lunes, 25 de abril de 2011

El ermitaño

El ermitaño camina solo, va tomando lo que ve le puede ser útil en su camino. Es silencioso, pero tiene las palabras justas en el momento indicado. Con su trasegar ha conseguido grandes amigos pero no se aferra a ellos, sino que se entrega todo cuanto puede y al momento de partir regala la sonrisa más pura y honesta, sin dolores y con la convicción de que un día todos volveremos a ser la misma energía. El ermitaño de vez en cuando deja a las lágrimas correr, como el río que no puede ser detenido porque acumula pesares, así en pequeñas gotas deja ir las tristezas. Algunos le tachan de solitario, pero como alguien puede estar solo cuando está lleno de todas las historias y todas las almas que con cada paso se quedaron grabadas para siempre. Así, todos los días, el ermitaño forja de fortalezas sus decisiones y vuelve a emprender el sendero de la verdad que tantos, por miedo, se niegan a atravesar.