miércoles, 21 de octubre de 2015

Guerra

Un día cualquiera
la aurora de tus caminos
apareció flotando frente a mis ojos,
de inmediato se despertó en mí el deseo de colonizarlo todo.

Recurrí a las tácticas de los grandes,
estudié los flancos,
analicé la batalla,
armé una estrategia detalla y solemne,
una campaña napoleónica,
una invasión alejandrista.

Fui lentamente navegando por tus ríos,
aprendiendo de memoria los senderos secretos;
creí haber planeado certeramente la victoria.

Pero no contaba con tu ejercito
vestido de fantasmas y de noches en velo,
no sabía de las bombas de silencio
y ciertamente no esperaba una muralla de desconsuelos.

Mis tropas fueron cayendo
una a una sin remedio;
la lucha se volvió masacre
y la conquista se tornó en flagelo.

Tus valles y colinas se convirtieron campos minados,
y yo evadí tercamente el repliegue,
como el orgullo lo prefiere;
me atrapaste en medio de tus tierras,
finalmente solo quedó este prisionero de guerra
sonriendo tontamente desde el fondo de su celda.