sábado, 30 de octubre de 2010

Quiero...

Quiero compartir mi vida contigo, saber que cuando enloquezca por el peso de los días sobre mí me traerás la cordura y la dicha, quiero conocerte tan íntimamente que aun cuando aprendas a mentir yo sabré  lo que en realidad pasó, quiero que nos mezclemos tanto, tanto que aun cuando miles de millas nos separen yo sienta tu dolor en la distancia y tu mi consuelo en la lejanía. Quiero ser tu certeza aun cuando todo parezca falso, quiero que seas la imagen predilecta de mis mañanas y la inspiración de mis sueños en las noches. Quiero recorrer de tu mano el mundo, conocer los parajes más hermosos y saberme dueña de mi propio paraíso cuando en beso de tus labios lo construyo. Ser la paz de tu alma y la melodía clara de tu silencio, arrullar tus caricias con mi piel hasta que crezcan en deseo. Quiero amarte tan loca y profundamente que por un instante no sepa más de mi, que se pierdan las divisiones de nuestros seres y seamos una sola esencia. En una tarde rojiza y tibia de primavera quiero encontrar el pedazo que falta de mi en tu abrazo puro y sincero.

jueves, 21 de octubre de 2010

Cuando no te quedaste

Quise dejarte colgado del retrato que goteaba en la pared para que me miraras y poder verte también,
traté de guardarte en mi reloj para estar pendiente de ti a cada minuto del día,
intenté hacer de ti un pequeño amuleto en mi bolsillo, para tenerte siempre cerca,
busqué todos los caminos que me llevaran a tu esencia e impregnarme de ella,
caminé hacia el horizonte callada y en soledad para llenarme de tus luces, de tu calidez.
Quise, traté, intenté, busqué y caminé, pero al final del día te diluiste como el brillo rojizo del sol en el cielo,
te volviste viento, me acariciaste suavemente y con mi última sonrisa te marchaste.

martes, 12 de octubre de 2010

El extraño del parque

Desde aquí puedo ver a un hombre sentado en la banca más alejada del parque. Aunque está lejos, puede notarse una profunda tristeza en su rostro. Quise hacer mi buena acción del día y pensé que le alegraría a aquel hombre un poco de compañía para distraer en algo el desconsuelo.

Muy decididamente, con un aire de orgullo por compadecerme de una persona tan solitaria, me levanté de donde estaba, caminé con paso tranquilo y me detuve en frente suyo. El hombre no se inmutó en lo más mínimo, continuó con su vigilia silenciosa, infinitamente sumergido en su dolor. Me tomé un minuto para pensar como animarlo. Agarré su mano con suavidad sin decirle nada, el me miró algo extrañado pero me sonrió con dulzura, como si me estuviese esperando. Sin mencionar palabra alguna, se levantó de la fría banca sin despegar sus ojos de mi y empezamos a caminar por las viejas calles de la ciudad. 

Con cada paso su mano se aferraba más y más a la mía. Un aroma cristalino emanaba de él, mientras el sol ya se abrazaba a la tierra en una acuarela rojiza que inundaba el cielo. No sé con certeza cuanto tiempo caminamos antes de detenernos frente a la entrada pequeña y oscura de un antiguo bar. El sitio no era muy elegante pero tenia un ambiente acogedor. Nos sentamos en una pequeña mesa.

Sentados en una pequeña mesa, donde apenas cabían dos tazas de té, se miraron confundidos, abrumados. Era un sentimiento totalmente nuevo el que los tomaba por sorpresa, sentían como si un montón de seres diminutos corrieran agitadamente dentro de ellos, sus pasos se podían ver en lo erizado de su piel, pero ambos estaban tan consternados por esa sensación que los invadía que ni siquiera podían ver que al otro le pasaba lo mismo, solo estaban ahí, uno frente al otro en silencio, preguntándose si valdría la pena gritar lo que sus ojos ya no podían callar, si serviría de algo darle libertad a esos diminutos seres, para que tejieran entre ellos una red irrompible que los uniese.... así pasaron varios minutos, varios suspiros, mientras la tarde se iba con el viento. Hasta que ella en un arranque desesperado por encontrar su verdad, posó su mano un poco temblorosa en su mejilla, se acercó y sin pensarlo más, lo besó. Bajo sus labios, se encontró unos labios que no sabían a caricia sino a dolor, labios que le robarían más de una noche, planeando mañanas que jamás llegaron como las espero. Esos labios junto con los suyos fueron como un premio de la ruleta rusa, que esta vez paro en un punto donde no había penitencia, pero volvería a girar y quién sabe si después habría tanta suerte.

Como hijos del silencio alargaron ese momento aun sin emitir ningún sonido. Ella se levantó de la mesa, con la satisfacción del deber cumplido. Tomó su pequeña cartera y salió de aquel sitio. Él aun consternado tardó unos segundos en reaccionar y salir corriendo tras de ella. Para cuando se asomó a la puerta solo se veía a lo lejos su silueta. Mujer de ojos hechiceros, luceros azabache. Su cabello suave adornaba bellamente sus hombros que se contoneaban a la par de sus caderas curvilíneas. Él un tipo alto, corpulento pero de expresión tierna e inocente. Ella se alejó calle abajo hasta que ya no pudo vislumbrar más su figura.

Al día siguiente regresé al parque con la ilusión de verlo nuevamente, pues no pude arrancarme de la mente ni un segundo el calor de ese beso. Me senté ansiosa en el mismo lugar del día anterior, pero él no estaba ahí. Sentí como si toda la tristeza que lo envolvía a él me golpeara repentinamente. Miles de dudas me asaltaron, aun así, decidí que guardaría ese beso como mi tesoro más preciado.

Esperé durante un largo tiempo, anhelando su mirada. Cuando la esperanza la me abandonaba por completo, un aroma familiar me acarició el alma y una sonrisa se me escapó de inmediato. Miré en todas las direcciones buscando el rostro de aquel extraño. Por fin sus ojos coincidieron con los míos y supe que no deseaba sentir nunca más el vacío de estar lejana a esa alma.

Continuará....




domingo, 10 de octubre de 2010

Retornando....

Te diría que tal vez no me duele, que ya no lo siento como un dolor que constriñe cada ilusión.
Y a quien engañaría en esa frase, quizá a la chismosa curiosidad del inmiscuido atrevidamente,
tal vez a la intermitente voz de la soledad, pero no a mi esencia, no a mi tiempo ni a mis pensamientos,
que más que míos son tuyos, tuyos desde que en una mirada te los entregué.
Puliré mi sonrisa mejor fraguada para espantar las sombras pasadas,
teñiré los caminos de metas para que no me alcance el abandono,
sembraré mi jardín con tu mejores besos para no entregarte al olvido,
tejeré de estrellas mis noches, de hojas y de versos para que no me trague la oscuridad,
mojaré los días de vino para que las lagrimas se ahoguen en él,
y así palmo a palmo, beso a beso, día a día, seré de nuevo un poema del viento,
una sinfonía del tiempo y una obra maestra de la inspiración.