martes, 14 de septiembre de 2010

El lugar de siempre


Pedía a  cada instante que fueras tú, que aparecieras furtivamente con tu mirada dulce y dijeras Hola! con esa hermosa sonrisa en tu boca. Rogaba al cielo que por una casualidad del universo caminaras hoy por esta calle y me miraras desde el otro lado de la acera, te acercaras para que pudiésemos conversar, y guardar la silueta de tus labios en mi mejilla para los días de soledad. Esperaba con somera paciencia, que no era más que un mal disfraz pues mi corazón ya estaba lejos de mi, convulsionado y titilante, que como de costumbre visitaras el lugar de siempre y cruzáramos unas cuantas palabras, mientras en mi mente yo entrecruzaba nuestras vidas. Mis ojos brillaban anhelantes, como los de un niño en noche buena, deseoso de amarrar a su pecho ese regalo de papel brillante y contenido aparentemente insospechado, con la inocente ilusión de verte llegar. Así pasaron los corto punzantes minutos, goteando por las paredes, regodeándose con mi aflicción. Espere, estoicamente cuanto más pude, hasta que el llamado del mundo se hizo inevitable y tuve que abandonar el lugar donde se esconde el portal de donde emerges casi de forma celestial... Bueno supongo que otro día será....

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